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¿Qué hago para llegar al cielo?

Romanos 10:1-21 Si alguien podría haber logrado la salvación por sus propios esfuerzos, ese sería Martín Lutero. En 1505, cuando tenía 21 años, abandonó su carrera en Derecho y entró en el monasterio, pero no para estudiar teología; su propósito era salvar su alma. Él se entregó a sí mismo a seguir rigurosamente las formas prescritas para encontrar a Dios. Él ayunó, oró, se dedicó a trabajos de baja categoría, hizo penitencias. En su búsqueda de la salvación, confesó sus pecados, incluso los más triviales, hasta cuatro horas enfrente de sus superiores, cansados de la confesión le ordenaron que se detenga hasta que cometa algún pecado “digno de ser confesado”. Fue el más ejemplar de los monjes, sin embargo, no tenía paz. Lutero trató de cumplir las demandas de la Ley de Dios, de la justicia de Dios, a través hacer buenas obras. Pero, él aun no encontraba paz y seguía indagando y preguntándose ¿qué es lo que me hace justo delante de Dios? ¿Qué tipo de buenas obras pueden venir de

Nuestra confianza está en “nada”.

Romanos 8:22-39 El periódico nos recuerda cada día la incertidumbre de la vida. Cosas suceden que son inesperadas, las fortunas cambian de mano, vidas llegan a su fin inesperadamente, etc. Una de las necesidades básicas de los seres humanos es sentirse seguro, pero los acontecimientos del día nos recuerdan la condición de inseguridad que viene de las incertidumbres de la vida. Simplemente no sabemos lo que sucederá mañana. Es por eso que nos dirigimos a la Biblia. En ella encontramos razones para sentirnos seguros. Estamos seguros de que: • Su objetivo no será frustrado. Puesto que Dios es por nosotros, ninguno puede estar en contra de nosotros (v. 31). • Su generosidad no se apagará. Dado que Él no ha escatimado en dar a su Hijo, Dios no va a negarnos nada que se necesite para nuestro cuidado. (v. 32). • Su perdón no se cancela. Quien quiera acusarnos no podrá tener éxito, puesto que Dios, nuestro juez ya nos ha justificado (vv. 33-34). • Su amor no se rompe. Dios nos ha re

Asuntos de la mente.

Romanos 8:1-21 A veces, nuestras mentes son como la tierra seca, resquebrajada por la erosión, con surcos que canalizan el agua que corre sobre él. Mentalmente, parece que siempre siguen el mismo surco. Siempre seguimos una forma particular de pensamiento, tal vez de ver sólo lo que queremos ver o pensar sólo en lo que queremos pensar. Eventualmente , los valores y los recuerdos se ven obligados a transitar en el mismo surco. Pablo utiliza diferentes imágenes para describir las mentes de las diferentes personas. Él escribió que para algunas personas, sus mentes están preparadas para pensar en base a una naturaleza pecaminosa. Ya que sus mentes están basadas de esa manera, que vivan sus vidas de acuerdo con la naturaleza pecaminosa no es de sorprenderse. En contraste, Pablo escribió, los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu" (v. 5). Si nuestra disposición es hacia las cosas del Espíritu, entonces nuestras vi

Libres del pecado.

Romanos 6:1-23 Un hecho notable acerca de Romanos 6:23 que usualmente pasamos por alto, es que fue escrito para creyentes. A menudo lo utilizamos para decirle a no creyentes acerca del regalo de Dios de la salvación, pero Pablo lo escribió para la iglesia. Con demasiada frecuencia, el significado del texto se pierde porque pensamos sólo en términos de cómo se aplica a no creyentes. En este capítulo, Pablo nos está diciendo "cómo decir no al pecado". Una de las razones se encuentra en estos versículos. Hemos sido liberados del pecado; hemos dejado de ser esclavos del pecado. En el pasado, el amo que quien servíamos fue el pecado. Pablo deja claro que eramos esclavos del pecado, pero también deja claro que ahora hemos sido liberados por Cristo. Nuestro amo y maestro ahora es Dios. La pena por el pecado, al que anteriormente servíamos, es la muerte. Ahora, la perspectiva del creyente es a la vida. Antes se trataba de un "salario" que ganábamos. Estábamos destinados a

Suficiente para cada día.

1 Reyes 17:1-16 Porque Elías era un hombre como nosotros, sin duda, se preguntaría ¿qué Dios tenía para que él pudiese pasar por esa sequía?, cuando vio que el arroyo comenzaba a secarse. Siendo que Elías confiaba en Dios, obviamente creía que la ayuda llegaría de una manera u otra. Dios no envió inmediatamente un repentino vendaval de lluvia a ese vecindario, ni le proporcionó milagorsamente una fuente de agua en ese lugar. En lugar de ello, Elías tuvo que levantarse e ir a Sarepta y quedarse allí. Sólo una viuda le daría algo de comida para él en Sarepta. Pocos de nosotros se han enfrentado a situaciones tan extremas como este viuda estaba experimentando. Parece como si cada día enfrentaba una hambruna tremenda, pero también cada día experimentaba una fe tal, que confiaba en Dios para satisfacer sus necesidades. El resultado fue que ella y su casa "comerían muchos días" (1 Reyes 17:15). Dios no suministra un año en un momento, pero sí lo hace un día a la vez. Esto es lo que